domingo, 8 de noviembre de 2015

El progresismo, la izquierda y el dilema de las elecciones 2015



¿Por qué votaría en blanco?




Gracias a un viaje familiar no voy a votar el 22 de noviembre. De todas maneras, me interesa sostener un debate que resulta muy importante para el futuro de nuestro país y para los sectores populares. Primero me gustaría explicar que votaría en blanco pero no considero hacerlo con una idea principista, ni lo hago por el solo hecho de no “ensuciar” mi conciencia. Lo hago por varias razones que vengo pensando desde 2002, quizás equivocado, pero creo que necesitamos confiar un poco más en nosotros mismos.

Estas instancias políticas suponen sumirse a la lógica de la Realpolitik, de la “opción debida” y de la militancia desesperada contra un enemigo común: la derecha. Este fantasma hoy es corpóreo y está convertido en partido político. Está encarnado en el PRO, Cambiemos y Mauricio Macri, pero es la misma fuerza política recalcitrante y parásitaria que, en nuestro país, vive de las clases medias y bajas desde hace 200 años y ya lo hace sin ningún reparo en exhibirlo. O quizás tiene algunos.

La derecha y la izquierda no son sólo diferenciaciones ideológicas, también son programas, intereses y valores distintos. Y en ese sentido, yo apuesto siempre a salirme del pragmatismo absoluto pero también del purismo intelectual y filosófico. O por lo menos, lo intento. Desde ahí estoy seguro de algo: este Ballotage es la definición exacta de dilema. Sea cual sea nuestra decisión colectiva o individual, quedará demostrado que no será la correcta. Desde los espacios de izquierda, de la orientación que sea y la definición política que tomen, ésta estará íntimamente ligada al fracaso de sus expectativas. Aquellos que votemos en blanco aspirando a denunciar una trampa electoral y que las diferencias entre Scioli y Macri son mínimas y que ninguna de las opciones fortalece el progresismo y la izquierda en la Argentina, no lo vamos a lograr. Asimismo aquellos que voten a Scioli, notando con razón, que la alianza con sectores de poder que lo sostiene le da al campo popular un resquicio donde respirar durante algunos meses y que Macri es la expresión acabada del poder concentrado en la Argentina, tampoco van a lograr que con su voto esto quede expresado.


¿Por qué este dilema?


Hagamos un poco de historia. Los 12 años de kirchnerismo, aparecen como un bloque, como una etapa de la historia argentina, como un “proyecto”. Pero lo primero que es importante observar son las particularidades de este “proyecto”, no porque sea mi intención lavar mis culpas o echar en cara culpas a otros, sino porque es necesario caracterizar bien las realidades para actuar en consecuencia.

En particular creo que en estos años fueron muy importantes para nuestro país porque muchas voluntades populares, ideales olvidados y aspiraciones en algunos casos han sido concretadas (y espero que sigan existiendo) o han estado flotando en el aire, como una “sensación” mediática. Sí, también hubo mediatización de la política desde el kirchnerismo y eso, en un primer momento, los hizo crecer e inflarse el pecho pero hoy les está costando muy caro. Esas necesidades básicas satisfechas a gran parte de la sociedad, ese cambio de “paradigma” que nos hemos propuesto muchos (acompañando o no al Gobierno) se ve deliberadamente traicionado por el propio kirchnerismo. En gran medida lo que pone al kichnerismo y, por consiguiente, al campo popular, en una situación difícil, son sus propios pactos con el PJ, la persecución a los sectores en lucha, las relaciones poco “nacionalistas” con las grandes multinacionales automotrices, las empresas de agronegocios y la industria extractivista y un querer jugar en el Show de la política con un discurso progresista, republicano y defensor de las instituciones y hacer exactamente lo contrario.

La forma de construir espacios políticos del kirchnerismo finalmente desnudó su imposibilidad de sancionar una Ley de aborto legal, seguro y gratuito, de terminar con las ganancias extraordinarias de los grandes terratenientes, de terminar con las imposiciones de las burocracias sindicales y los estructuras de partidos políticos burgueses, patronales, traidores o como les guste llamarlos.

Incluso han sido tan perjudiciales para el campo popular que desconoce, de hecho, que los que pueden ser considerados logros en estos años, no se hubiesen podido lograr si no fuese porque eran demandas populares históricas. La derogación de la Ley de Radiodifusión de la dictadura, la Ley de Matrimonio igualitario, las asignaciones universales, los juicios a los genocidas, por citar solo algunos de estos logros, no existirían si no hubieran estado en una especie de agenda popular antes del 25 de mayo de 2003.

Los movimientos sociales, que fueron lo mejor que nos dejó el oscurantismo de los ’90, han sido llevados, sistemáticamente, a una relación de dependencia casi absoluta del Estado. Eso no es solamente algo que está condenado por cualquiera de los manuales de la izquierda, que en particular yo reivindicaré siempre, sino que además ha sido un techo para las demandas concretas de sectores populares y progresistas estén con el Gobierno o no lo estén. Esto debería ser considerado no sólo un problema de la política de los partidos “tradicionales”, sino combatirse hasta desarticularlo, porque sino hay campo popular con autonomía. Desde mi punto de vista, esto queda claro, si votamos a Scioli, votamos contra Macri y para conservar “el lugar del Estado”, pero también para ayudarlo a convencer a los punteros del PJ de que hagan campaña por él. Insisto, lo digo para tomar todos los elementos, no para lavar mis culpas por la decisión de votar en blanco.

Asimismo, la persecución a los sectores populares, la desaparición de Julio López, la muerte de pibes en los barrios como Luciano Arruga, de militantes sindicales como Mariano Ferreyra y las 51 muertes en la estación de Once están íntimamente ligadas a las propias estructuras de poder establecidas por el Gobierno en estos últimos 12 años. Nada pudimos construir desde el progresismo y la izquierda por incapacidad propia por fuera de los márgenes permitidos por los acuerdos concretos o implícitos del kirchnerismo con las burocracias sindicales y partidarias. Luchamos para que se sepa la verdad sobre estos casos, pero el Gobierno no se hace responsable de lo que le toca. Además no pudimos enterrar las enseñanzas de la dictadura en las “fuerzas de seguridad”, ya que el propio Gobierno jugó siempre un rol de mediador aunque se mostraba de “nuestro lado”.

En 2001 muchos salimos a la calle porque la clase política argentina estaba terminada y gran parte de la sociedad se ilusionó, en el segundo semestre de 2003, aspirando a que esto cambie. Ese objetivo no lo hemos logrado. Sigue siendo un problema difícil de resolver para el pueblo argentino y difícilmente se contrarreste con el voto a Scioli, ni que hablar con el voto a Macri. Gran parte de los que votaron, votaran y están llamando a votar a Scioli saben que esto no está resuelto. Aun así, me inspira respeto, que muchos quieran aferrarse a la defensa de lo que se consideran logros contra un muy probable regreso a “los años `90”. Aun así para que podamos crecer como pueblo es indispensables que entendemos que (votando a Scioli o en blanco) no podemos estar dentro de un año sosteniendo una visión de que lo táctico “está bien porque ahora…”.

Debemos continuar un proceso inacabado que se vió derruido en los últimos años dentro del progresismo y la izquierda: cómo salir de los dogmas y desde el pueblo construir estrategias verdaderamente revolucionarias. Aquellas experiencias de la izquierda independiente y los partidos troskistas, que antes y después de 2001 mostraron intenciones, aspiraciones y dignidades construidas por fuera de todo aparato partidario, también han fracasado en buscar puntos comunes para avanzar, y eso también debe ser debidamente revisado. Particularmente pensaba que este año interminable de votaciones finalizaría sin inconvenientes con Scioli como presidente. Pensaba eso después de la “crisis” provocada por la derecha en diciembre de 2013. Lo que parecía que era una salida airosa del Gobierno terminó siendo el principio de una debacle sin precedentes en la historia del PJ.

Gané o no el 22 de noviembre, el PJ tal como lo conocíamos, el kirchnerismo y todos sus espacios periféricos, están virtualmente destruidos. Quizás sea algo que tenía que pasar como pasó con la UCR hasta 2007. Ahora está definitivamente alineada con los sectores empresarios y terratenientes. Aquella histórica disputa entre Yrigoyen y Alvear, Frondizi e Illia está terminada. La UCR es abiertamente de derecha.

Hoy el PJ está en terapia intensiva y considero que ni el PJ ni la UCR tienen ya posibilidad de que se los referencie con los sectores progresistas y eso, entiendo, le dio valor al kirchnerismo a posicionarse en un lugar progresista estratégico. Así los personajes y las prácticas más rancias del PJ de Rucci, Vandor, Ruckauf, Duhalde, De la Sota, Reutemann, etc. le iniciaron una guerra pecho a pecho que parecen haber ganado el 25 de octubre.



¿Qué es la derecha en Latinoamérica?


Desde la teoría hay dos grandes cuestiones que no se resuelven para el pensamiento estratégico del progresismo y la izquierda en la Argentina: ¿Se puede romper la relación entre los sectores progresistas del peronismo y los aparatos más antipopulares del PJ?; ¿Puede existir una burguesía nacional? Podríamos decir que, estos 12 años de kirchnerismo, fueron otro intento por ganar la lucha histórica contra las burocracias sindicales y los gobernadores e intendentes que viven del asistencialismo, la persecución y la corrupción. Además el kirchnerismo podría leerse como un intento de construir una burguesía nacional que nunca existió o tuvo una breve existencia durante el primer peronismo.

Desde la práctica militante y política de todos los días y desde el día a día de la clase trabajadora, no pudo lograr ninguna de las dos cosas. Los sectores de izquierda popular y del trotskismo tampoco lo hicieron como oposición, de modo que estas dos cuestiones aún están pendientes. E incluso hoy podemos poner en duda si realmente alguna vez alguno de estos sectores quiso solucionar estas cuestiones. De modo que, en el Ballotage en realidad debemos saber fehacientemente que estamos votando entre derecha y derecha y que, si el kirchnerismo realmente tuvo posibilidades de volcarse al progresismo o la izquierda, y no lo hizo. Algunos dirán que los peronistas nunca harían eso, puede que tengan razón. En la práctica política, lo importante es que no lo hicieron. Por eso, considero que es fundamental saber que, votemos a Scioli o en blanco, la derecha implementará políticas antipopulares. Eso no es exclusivo de Macri.

Lo que distancia a Scioli de Macri también es sabido. Es el nivel de representación de los sectores poderosos en nuestro país. Esta representación, de todos modos, nos obliga a pensar, desde mi punto de vista, sobre dos cuestiones fundamentales para definir nuestro voto: ¿Hay algo que cambie nuestro voto sobre las relaciones comerciales y políticas que hay entre lo más rancio del PJ, la UCR y los poderosos en nuestro país?; ¿Se está recomponiendo la derecha que había retrocedido en la Argentina?

No solo la conquista de América con sus robos, negocios y genocidios, sino también los procesos de independencia de los países de nuestra región nos hicieron conformar en gran parte de nuestro territorio países que no tienen burguesías nacionales con vuelo propio. Chile, Argentina, Uruguay, Colombia y Venezuela, todo Centroamérica y México, según entiendo, son ejemplos claros de esto. Hay excepciones a esta regla pero, las burguesías en nuestros países continúan siendo agentes del colonialismo. El proceso relativamente abierto de Gobiernos “populares” en países como Argentina, Venezuela, Uruguay, Ecuador, Bolivia, etc. ha tenido altos y bajos. Por lo general, los altos tienen que ver con sostener políticas que los pueblos demandaban desde hace décadas (la nacionalización de hidrocarburos en Venezuela y del gas en Bolivia, por ejemplo) y los bajos, tienen que ver con suponer que los sectores empresarios y terratenientes no podrían, ante una fuerza popular que acompaña orgánicamente esos proyectos.

Sí podemos apoyar cierta idea de resistencia a los golpistas, asesinos y operadores de los intereses europeos y norteamericanos, pero no podemos creernos que el pueblo organizado apoya todos estos procesos. En Venezuela, Bolivia y Ecuador se pueden dar conflictos en esos términos, pero en nuestro país no hay forma de que el progresismo y la izquierda pueda suponer que “el pueblo” es kirchnerista y hoy aún menos que es peronista. Y esta es una novedad muy importante, desde mi punto de vista.

La derecha, en los últimos años, se dio cuenta de esto y fue abriendo pequeñas ventanas en diferentes lugares y varios de estos proyectos tambalean. Argentina y Brasil, los países más mirados de la región, son dos casos emblemáticos. En Brasil han forjado durante gran parte del siglo XX, un sector empresarial y una burguesía industrial muy “respetuosa” de las instituciones y de gran influencia en el equilibrio de la economía nacional y que hoy es capaz de cualquier cosa y está también en plena guerra con Dilma Ruseff. En Argentina nunca fue así, la burguesía industrial, casi totalmente volcada al negocio agropecuario, fue siempre aliada de los intereses extranjeros. Hoy también lo son y, mientras, “el campo” siga siendo el principal agitador de nuestra economía, lo serán. Estos sectores durante estos 12 años fueron forjando, poco a poco, una representación política en Macri, y lo han logrado. Hasta hace 1 año muchos creíamos que Mauricio no tenía forma de ser presidente. Hoy está a un paso. Empresarios del campo, financistas, el Grupo Clarín (que ya no solo tiene intereses en la Argentina) y grandes industrias que necesitan precarizar su mano de obra, fueron empujando a Macri. A fuerza de dinero, mentiras y políticas de impacto han podido posicionar a un candidato a pesar de que su lógica es que el Estado es simplemente un ordenador de los negocios de un pequeño grupo de poderosos.

Se supone que Scioli, en ese escenario, podría estar en otra posición por los diferentes sectores que le presionarían para mantener sus beneficios sectoriales: Los mismos empresarios a los que representa Macri, algunos sectores de la UCR que acompaña al PRO, los cuadros kirchneristas de gestión intermedia en organismos nacionales, provinciales y departamentales, las cajas de intendentes y punteros del PJ y la UCR. Todos sabemos igual que, en este escenario, más tarde o más temprano, Scioli sucumbirá ante las presiones de los poderosos. Principalmente podemos pensar así porque ni el kirchnerismo, que supuestamente está más a la izquierda que el ex menemista, tampoco lo pudo hacer.


¿Qué es la Patria Grande?


A 10 años del famoso No al ALCA encontramos un buen ejemplo de lo que quiero explicar. En los primeros días de noviembre de 2005 Chávez, Lula, Tabaré Vázquez y Néstor se le plantaron ante Bush y desarticularon una Cumbre de las Américas armada para fundir económicamente a nuestra región. Durante los últimos 10 años vivimos una supuesta realidad donde pintan a estos 4 presidentes hacedores de la “Libertad”. Pero esa libertad tiene dos “anécdotas” más para contar. Primero que desde las marchas de Seattle y los primeros meses de 2001 (por lo menos hasta donde recuerdo) en Buenos Aires, San Pablo y otras ciudades de América Latina hubo movilizaciones, reclamos y presentaciones de todo tipo para detener la implementación de los Tratados de Libre Comercio. Todo el año 2005 estuvo signado por la lucha “No al ALCA” y eso, también fue un elemento importante para detenerlo (por decirlo sin dogmatismos).

La construcción de un relato no preocupa, es solo otra muestra del carácter “progre” del kichnerismo. Lo que es preocupante es que se han forjado una forma de representación política a la que nos acostumbramos. Las estructuras militantes no se fortalecieron nunca hacia los barrios y hacia los que “menos tienen” si no hacia los cuadros intermedios que ocupan espacios de gestión. Esto no es sólo “un relato de la derecha”, es una realidad concreta que nos deja un país donde la militancia política es escuela de acceso a derechos y no espacios donde las personas pueden encontrar sus propias formas de luchar por lo que les corresponde. Eso es, en gran parte, falta de creatividad propia, pero también hay razones estructurales: entre militantes y “pueblo” pasamos gran parte del tiempo llenando formularios, gestionamos ante funcionarios que, por lo general, hace 10 años estaban en los barrios y los sindicatos con nosotros. Es verdad, esta puede ser una visión desde la militancia política, no desde “el pueblo” y eso se debe siempre al problema de cómo se estructuran los espacios de militancia. Pero cambiar las lógicas de la militancia popular también es una demanda importante. Es esa “batalla cultural” que el kirchnerismo dice que aún no ganamos.

Una de las tantas notas y opiniones que leí en estos días comenzaba de este modo: “…el nuevo escenario compromete a las organizaciones de izquierda: quedar al margen de la historia o sumarse al envión para frenar a la derecha”.

Yo no creo que sea así. Entiendo la importancia de estas elecciones y las diferencias que tienen Macri y Scioli, pero también creo que el progresismo y la izquierda tienen que salir públicamente a debatir cómo organizar una representación política real, concreta y con futuro revolucionario. Incluso creo que el FIT en vez de salir a decir “son los dos lo mismo” y “El FIT está creciendo”, debería llamar al debate e intentar un consenso entre sectores de izquierda. Todos los sectores y pequeños partidos de la izquierda debería convocar públicamente a debatir: ¿Cómo seguimos, cuáles son las estrategias que tenemos que desarrollar? Y, a patir de allí, ver si votamos en blanco o votamos a Scioli.

Ahora bien, después de todo esto, lo que ceo que debería pasar es que se radicalicen los procesos políticos en nuestra región. La mejor forma de defender lo obtenido es profundizar las políticas que los hicieron posibles. Los sectores de izquierda en Latinoamérica, si es que vale ya agruparnos de ese modo, no estamos pudiendo hacerlo. Con esta idea no estoy pensando en el famoso “cuanto peor mejor”, lo que entiendo es que no hay ningún elemento que me esté dando indicios para pensar que con Scioli “el país estará mejor”, todo lo contrario. Lo único que puede ser importante para tener en cuenta a la hora de definir un voto a Scioli es que podemos imaginar que con él, es más probable que durante 2016 los beneficios adquiridos de las clases populares no correrían peligro. Muchos suponen eso y entiendo que eso sea condicionante del voto. Lo valoro y creo que, estén en lo correcto o no, es importante que algunos progresistas voten pensando en eso. Personalmente creo que los logros económicamente pequeños y para muchas familias muy importantes que sean adquirido en estos 12 años deben defenderse pero con políticas programáticas, movilizados y la calle.

Por eso votaría en blanco, porque el 11 de diciembre de 2015 estaré peleando por los derechos de todos y eso creo que no es “quedarse afuera de la historia” es apostar a la organización real desde abajo. Realmente no hay nada que pueda sacar en limpio en los condicionantes que tiene Scioli para ganar. Eso no me convierte en dogmático sino que realmente apuesto a que finalmente, después del 19 y 20 de diciembre de 2001 podamos proponernos la tarea de conformar un espacios de poder desde la izquierda que apunte a los acuerdos programáticos y no a pelearnos para ver cuál es el programa correcto sino hacer el programa mientras militamos, debatimos y construimos poder.

martes, 15 de julio de 2014

Una pastilla del Mundial


La gran gesta perdida

Luego de un tiempo prudencial para despojarse de las broncas me dispongo a analizar este Brasil 2014, un mundial inolvidable. Un campeonato de fútbol es la condensación en un mes de todas las miserias deportivas del mundo actual. Pero también de todas sus virtudes. 

Mente sana en cuerpo sano dejó de ser el epígrafe de toda actividad deportiva. Más preciso sería decir: negocio sano es pasión asegurada. Una copa mundial se expande a todo el mundo bajo las reglas de la Federación Internacional de Fútbol Asociado -FIFA- que, generalmente, son muy adecuadas para los sponsors y poco compañeras de la belleza del deporte o de las pasiones futboleras.
Este mundial no fue excepción a esa regla por diferentes razones: porque fue en Brasil; por la cantidad de goles; porque fue el mundial más visto de la historia.

Un mundial de fútbol: Brasil 2014.

Brasil trae a cuestas el mito del Jogo bonito. También es el primer país en desarrollar sistemáticamente los análisis tácticos en sus equipos y en profundizar la mirada sobre las subjetividades en la profesionalización del deporte. Por ejemplo, la selección brasileña de 1958 consiguió su primer campeonato mundial con la compañía imponderable de un psicólogo de grupo. Pero estos detalles no vienen al caso. El punto importante hoy es que Brasil es el ícono del fútbol como “juego” y, además, es el país con más campeonatos mundiales ganados (cinco de veinte disputados). Brasil carga con la mochila de ser el monstruo de una región olvidada por siglos y que hoy está en aparente desarrollo. Brasil fue y es la gran bandera latinoamericana hacia el mundo entero, el poderoso de la pelota que nunca pudo ganar en su casa y que parece condenado a no hacerlo. Brasil es el país donde todo argentino siempre quiso ganar un mundial. Más que en Buenos Aires, Córdoba o Rosario, en Río de Janeiro, capital del fútbol mundial es donde se soñaba levantar la copa. Allí se disputó el mundial de fútbol.






Jugar bien y ganar

Después de varios mundiales con más sabor a plata que a buenas jugadas y a expertos jugadores en este Brasil 2014 se convirtieron 171 goles igualando a la marca de Francia 1998. Una marca quizás impensada pero lógica, si tenemos en cuenta que la gran mayoría de los jugadores patean en las ligas más llenas de goles del mundo: Inglaterra, España, Francia, Alemania e Italia. Allí es donde una obviedad se convirtió en una convicción: el que ataca, gana, y el que defiende, pierde. Por ahora no hablemos de cómo atacar. Convertir un gol es una cosa más difícil de lo que parece y, más aún, en un mundial. Durante este mes casi nadie dudó en atacar para convertir un gol, por lo menos, de los equipos que han llegado a las instancias finales. Claro está que se logran resultados de cualquier manera y que existen casos como el de Grecia o el de Costa Rica. Los que apostaron por ellos ganaron.
Este mundial fue un gran aporte a la eterna disputa literaria entre el “jugar bien para ganar” y el “ganar como sea”. En los primeros programas del ciclo “De Zurda” en Telesur, Stoichkov y Maradona balbuceaban en un horrible castellano que ya casi no existían jugadores con personalidad ganadora o que, por lo menos, ya no eran los que marcaban el ritmo de las definiciones de juego. Eso es una gran verdad. Quizás que Mascherano o Robben no se hayan llevado el Balón de Oro y que el uruguayo Suarez haya sido literalmente desterrado de la Copa es demostración de que se prefieren a jugadores de mucho show y pocas bravuconadas. Messi lo sabe y por eso, prefería ganar el Mundial antes de ser premiado como el mejor de la competición.

El negocio mundial

Este fue el mundial más visto, lo que significa -además de un regadero de pasión- un negocio mundializado con ganancias definitivamente indescifrables. Las millones de entradas vendidas, la llamativa locura de los estadounidenses por la Copa del Mundo de la FIFA (sacaron el tercer puesto en la venta de entradas por países después de Brasil y Argentina), las más de 3.000 millones de interacciones en Facebook y 672 millones de mensajes en Twitter con Neymar, Messi y Suarez en el podio de las mencionados, las 750.000 personas que vieron el partido en una transmisión a través de los servicios de Internet, las incalculables millones de personas que han visto los partidos por las cadenas televisivas de cada país (26,5 millones de norteamericanos vivieron el partido entre Argentina y Alemania, por ejemplo), son solo algunos ejemplos de las dimensiones del negocio.[1] La FIFA es la encargada de asegurar la continuidad del show del fútbol, es decir, hoy de la continuidad del movimiento de las grandes bolsas de valores europeas. Asimismo funciona como reaseguro de la continuidad de las pequeñas-grandes distracciones para la población europea mientras los mismos financistas reconstruyen lo que habían destruido, por lo menos, en la última década.

Un mundial en Latinoamérica

Los negocios siempre son grandes acompañantes de las necesidades políticas de los gobernantes de turno. No hay que ser Platón para avivarse de que una región que tuvo un giro importante en sus definiciones electorales, hoy necesita un empujoncito en su economía y en su euforia social. Ese rol también cumplió Brasil 2014. Hasta diríamos que superando la necesidad de la recarga económica, la euforia popular desatada alrededor de la Copa Mundial en Latinoamérica fue, también, inimaginable. Esta euforia no solo permitió un tremendo negocio sino que provocó el desembarco de Latinoamérica en el mundo como una región económicamente activa (y esa era la idea original también). Algo así se espera para los Juegos Olímpicos Río 2016. ¿Qué hubiera pasado, por ejemplo, si Aerolíneas Argentinas no duplicaba sus vuelos a Brasil durante la última semana del campeonato? Se calcula que visitaron Brasil unos 500 mil argentinos, 150 mil estadounidenses, 50 mil colombianos, 40 mil chilenos, 35 mil mexicanos. Y sigue la lista.
Como un jaque camuflado, Brasil y toda la región han aprovechado el mundial de fútbol para hacer sus jugadas: El programa “De Zurda” en Telesur; la transmisión de la TV Pública en Argentina; la cooperación de trabajo y negocios entre las diferentes televisoras estatales de la región. Todos estos elementos fueron eficaces para velar las protestas que sucedieron hasta horas antes del comienzo de la copa y también para fortalecer la postura regional frente a los Fondos Buitre pero, además, para canalizar toda la pasión futbolera de los pueblos latinoamericanos. Esto no lo podemos negar y deberíamos entenderlo para desterrar al capital financiero multinacional de la región.
Por otro lado, casi sale publicada la fábula de la Latinoamericanidad al palo que se vio perjudicada por el resultado del partido final pero, principalmente, por la histórica paliza a los locales. El 7-1 de Alemania a Brasil rompió en mil pedazos la supuesta unidad latinoamericana, volvió a destapar las miserias de la policía brasileña y las deudas sociales de nuestros gobernantes que estuvieron un mes suspendidas.

La gesta épica

Ganar una Copa del Mundo es una tarea difícil para cualquier grupo, pero para los jugadores argentinos desde siempre fue considerada una tarea parecida a escalar el Everest. No sé por qué se construye de esta manera. Nos faltó algo para ganar que no fue entereza moral (porque ésta no alcanza para ganar partidos, eso seguro). Como se publicó hoy en diferentes diarios, revistas y portales, lo que se le faltó al equipo argentino no fue ganas de hacer goles, sino buscarlos con audacia. Las grandes estrellas, acabadas físicamente, parecen haberse olvidado el amor propio. Es decir, les faltó la combinación mágica de suerte, tranquilidad, dedicación y puntería. Una lástima. Pero esto no es un reproche, es un llamamiento.
Nuestro héroe indestructible, Javier Mascherano, declaró que deseaba que este resultado positivo le sirviera a la Argentina para mejorar su liga. Yo diría que lo que falta es un plan digno. Las gestas épicas se encuentran con dedicación, no con arrebatos morales ante las supuestas adversidades. ¿Qué problemas debería tener Argentina si tenía una de las mejores selecciones de la Copa? Las que se va creando sola. Podemos seguir la siguiente lógica Masche: Nos falta desarrollo social y económico en nuestros clubes. Así encontramos una bolsa de gatos de dirigentes corruptos que solo pueden aspirar a vender jugadores a Europa y salvar su gestión. Esto genera, claro está, una economía exportadora de carne y una liga con poca proyección propia y sin capacidad de reflujo. Entonces, cuando sucede el mundial, no podemos más que armar un combinado de héroes para mirarnos en un Everest imaginario y demostrar que Argentina “tiene huevos”. Patrañas. Lo que faltó fue condición física, plan de juego, decisión para explotar a la mejor delantera del mundo y ganar el Mundial más importante de la historia hasta hoy.

[1] http://www.clasesdeperiodismo.com/2014/07/14/brasil2014-genero-672-millones-de-tuits-en-total/

martes, 12 de marzo de 2013


Crítica de medios- Cine
Un Che de Estados Unidos

Steven Soderbergh nació en el ’63 con Kennedy a la cabeza, con Fidel como Comandante en Jefe y Ernesto Guevara de la Serna como Ministro de Industria. Creció en Atlanta, Estados Unidos, quizás pensó en sus años de infante sobre unos barbudos que habían invadido el casino flotante de La Florida, como hoy piensa que está cansado de hacer películas. ¡Ya ganó algunos Oscar, qué más da! También pudo haber crecido tratando de separarse de las típicas mentiras de los gobernantes norteamericanos a su pueblo, entonces, le interesaron historias de hombres y mujeres que son tercos y van contra la corriente como Erin Brockovich, que es firme ante los prejuicios contra las mujeres, Danny Ocean, que es capaz de idear un gran robo para recuperar a su novia o Ernesto “El Che” Guevara que es capaz de mantener un ideal hasta la muerte. Todos tenemos un ideal que en algún rinconcito olvidado resulta ser la historia de nuestras vidas, entonces, ¿quién de nosotros, cualquiera, en cualquier condición social, política o mental no es capaz de mantener sus ideas hasta la muerte?. Soderbergh parece contarnos un Che ilustre, inmenso inalcansable.

En 2008 el director de cine famoso en Hollywood presentó en todo el mundo dos largometrajes. “Che. El argentino” y “Che. La guerrilla” cuentan algunos aspectos de la vida de Ernesto Guevara de la Serna, nacido en la Argentina y adoptado luego en Cuba y en todo el mundo como líder político, social o simbólico, depende la lupa que usemos para acercarnos.

Ernesto Guevara es el argentino de principios como queda claro en la primera escena en que Soderbergh hace aparecer a Venicio del Toro personificándolo. Una pequeña casa en México es el sitio en que Fidel Castro y un médico argentino se encuentran por primera vez. Parecen tener algo en común que es la voz del pueblo latinoaméricano, aquella que El Che Guevara dice que los revolucionarios “tomaron la responsabilidad de asumir y representar” ante millones de televidentes norteamericanos. Esa voz es siempre en su idioma original: preguntas en inglés respuestas claras, fijas, enormes en castellano. Cuando vemos “Che. El argentino” y “Che. La guerrilla” empezamos viendo cine en el cine, a veces televisión en el cine y terminamos viendo un personaje singular dentro de una historia poco definida en su importancia vital y transmisora. Quizás resulte tedioso para el director y para el público sentarse en un cine o en el living de su casa a ver la historia de la Revolución Cubana hasta 1967, pero también puede ser cierto que muchos hombres y mujeres necesiten conocer esa historia en un cine improvisado en una plaza de un barrio o entre el barro de las zonas excluidas de las ciudades. Soderbergh, por momentos, parece no saber a cual de estas necesidades responder.

Construye un relato perfecto, donde no nos falta ningún componente narrativo para creernos la historia. Las idas, las vueltas y un aire documental que conforman en realidad un documento sobre un hombre. Usa cámaras que se mueven mucho, siguiendo los ritmos de la guerra y de las apacibles casas cubanas, la voz de nuestro personaje que nos muestra sus pensamientos más crudos que a veces nos sirven para seguir la historia sin perder el hilo. De a poco, el director nos va mostrando un soldado temerario, un militar parco, terco, de decisiones inquebrantables, que es capaz de dar órdenes sin titubear, de burlarse de la tropa y hasta de matar a los traidores. El Che de Soderbergh es un hombre de principios que es capaz de morir por su causa. Nos habla poco de política, prefiere contarnos de su total convencimiento con una causa que no es ni ridícula ni heróica, solo es una causa, un principio. Es muy distinto nuestro heroe a sus pares de lucha como el estratega Fidel o el jocoso Camilo, es siempre alguien que se destaca por su conducta, por ir contra la corriente, contra sus subordinados, sus guardaespaldas, de los comunistas partidarios, del senador Mac Carthy y hasta en contra de su gran líder.

lunes, 13 de agosto de 2012

El gobierno de la Ciudad




La lentitud es un tema de constancia
                                                            no de velocidad,
las luces de la ciudad se encienden y siempre lo mismo:
     los lugares, las horas, las posesiones.
Dejame que te diga algo, ¡pará!:
no estas y te extraño, amiga.

Entonces un día, me encontré con el peso de la compañía,
                            con la ausencia de la ausencia,
                                                                              tú ausencia.

La velocidad es un tema de estilos
                                                        no de ritmos,
     la música, el trabajo, las posesiones.
¡Ey!, de nuevo. Dejame que te diga algo:
no aparecezcas siempre
no te vayas nunca, amiga.

Tu silencio es un mundo en sí mismo para mi,
nunca sabré si te espero, pero por favor,
                                                                              ¡volvé Flora!

¡APARICIÓN CON VIDA DE FLORENCIA PENNACCHI!
¡JUICIO Y CASTIGO A LOS RESPONSABLES DE SU DESAPARICIÓN!
¡BASTA DE ENCUBRIMIENTO A LAS REDES DE TRATA!

jueves, 10 de junio de 2010

PERIODISMO EMPRESA

Salió Tiempo Argentino

(AW) En tiempos de discusión sobre la nueva Ley de Radiodifusión el gobierno y sus defensores hablaban de más democracia. En tiempos de crisis de los trabajadores de prensa en todo el país se funda un nuevo diario. Un análisis de Tiempo Argentino, el nuevo vocero gráfico del kirchnerismo.


Nicolás Scipione para Agencia Walsh


"Los acontecimientos sociales no son objetos que se encuentran ya hechos en alguna parte en la realidad y cuyas propiedades y avatares nos son dados a conocer de inmediato por los medios con mayor o menor fidelidad. Sólo existen en la medida en que esos medios los elaboran."
(Eliseo Verón, Construir el acontecimiento. 2002)


A rodar


Desde el 17 de mayo de 2010 ha salido a la venta un nuevo periódico. Se llama Tiempo Argentino y es solventado por el gobierno a través de la empresa Ultrakem S.A. Esta publicación obedece, en primera instancia, a la lógica que tienen los demócratas del gobierno y la transversalidad sobre la prensa. ¿Por qué el gobierno pone dinero e ímpetu en un nuevo medio que le responda a sus intereses políticos y económicos y no asegura la solución del conflicto del diario Crítica de la Argentina?, ¿por qué no interviene en los demás conflictos gremiales de prensa?, ¿por qué su lucha es contra lo que dice Clarín y no sobre la forma de contratación del grupo monopólico? ¿por qué no hace cumplir el estatuto del Periodista?. Para ellos la única forma posible de enfrentar al monopolio mediático es creando un espacio donde se escuche o lea lo aparentemente opuesto sin importar la fidelidad ante los hechos, los debates y las diferentes perspectivas. Por eso los cambios de formato en la televisión de Canal 7 (observable es el nuevo lugar de símbolo y "auto bombo"que tiene el programa 6.7.8), por eso la aparición de Tiempo Argentino.
La agenda es algo que impone el poder hegemónico. Más allá de que a veces podemos filtrar nuestras voces, lo que aparece en los medios masivos de comunicación es lo que el poder hegemónico opina y quiere difundir sobre el mundo y el único objeto de los medios como Tiempo Argentino es responder (o jugar fichas propias) a esa imposición. Suponer que eso es lo que se llama "democratizar los medios" es ingenuo o interesado. Además es, por un lado, estigmatizar al público en el lugar de idiota que todo lo que le dicen lo cree (aunque se le diga que se va contra eso mismo) y, por otro lado, desconocer que hay otros ámbitos de socialización que no siempre son masivos.
El precio al público es, hasta el momento, de $2,50, aunque a los dueños de los puestos de diarios le cobren $2,70 por ejemplar. Es más barato que cualquier otro diario de tirada nacional aunque habrá que esperar que los dueños del diario terminen de arreglar algunos problemas con la empresa Papel Prensa para ver su precio definitivo. No es casual, además, que Tiempo Argentino tenga problemas de distribución y que sea difícil encontrarlo fuera de la zona céntrica de algunas ciudades importantes como Buenos Aires, Córdoba y Rosario. Hasta que se pueda negociar la distribución esto difícilmente cambie. Los intereses de la distribución de diarios y revistas en la Argentina, me animaría a decir sin miedo a errar, son tan custodiados como los intereses del gremio de camioneros.


En la trinchera


En tiempos de guerra contra el Grupo Clarín y por el poder del Papel Prensa poner a rodar un nuevo medio de comunicación no es más que una nueva ficha en el tablero de las disputas políticas entre el kirchnerismo y sus detractores poderosos. La disputa es una disputa entre empresas. Entre el Grupo Clarín y el incipiente armado de un multimedio del gobierno. No es casual, así, que Tiempo Argentino tenga tantos parentescos estéticos, de formato y de construcción de la noticia con su archí enemigo Clarín . No es casual que salga en estos días donde Guillermo Moreno va a discutir la propiedad de Papel Prensa (que dicho sea de paso parece ser hasta el momento el tema más importante en la Argentina para Tiempo Argentino por la insistencia y extensión en el tema). No es casual que se publique constantemente que los únicos culpables de todos los males de nuestro país sean Macri, la UCR, Carrió, el PJ disidente, los militares golpistas (parece que para el diario hay de los otros), etc. No es casual que no existan denuncias o acusaciones contra el gobierno Nacional ni que las posturas que defiende Cristina aparezcan como legales o naturales: "La empresa Edesur dejó sin luz a 400 mil vecinos"; "Dictamen clave a favor de la nueva Ley de medios"; "El bicentenario ya es una verdadera fiesta popular"


Las tapas/ tapones


Las tapas y las dos primeras páginas de Tiempo Argentino (en un medio masivo suelen ser lo más importante porque es lo primero que se ve), parecen decir todos los días lo que Cristina nos quiere decir sobre lo que pasa. Son los tapones que se le quieren poner a la agenda mediática. La publicación trata de día a día de marcar su diferencia con la agenda que marcan los medios. Rebatir las posturas de Clarín, La Nación, canal 13 parecen ser los únicos objetivos. Podríamos entender que esto no es un problema porque cada uno puede poner en su diario lo que le parece, pero que eso sea una estrategia frente al monopolio del Grupo Clarín es un problema. Es un problema porque, como mencionábamos más arriba, o se cree, ingenuamente, que se puede cambiar la agenda mediática que por definición es hegemónica o porque se están jugando intereses de unos poderosos contra otros.
En las tapas hay siempre un título para cada tema. Sobre política nacional y de los diferentes distritos, deportes, policiales, sociedad, internacionales, como en todos los llamados diarios burgueses del mundo.
Pongamos la lupa sobre alguno de ellos: La política nacional donde por lo general se presenta a la Iglesia o a ciertos opositores como "culpables de todo": "Repudio a la gestión de la Iglesia por una amnistía"; "Temerarias afirmaciones del presidente de la UCR"; "La presidenta no va al Colón por los `agravios' de Macri". La política de la ciudad de Buenos Aires que, además de parecer la única localidad importante en estos pocos números del diario, siempre tiene un culpable que es el Gobierno de la Ciudad: "Salud: colapso de la guardia del Hospital Garraham"; "Oyarbide investiga los teléfonos de Macri"; "Hay 15 mil personas sin hogar en la ciudad". Hagamos sólo algunas preguntas al aire surgen de estos tratamientos de la noticia: ¿Cristina Fernández no tiene posiciones políticas que no va al teatro Colón porque fue agraviada?, ¿el Hospital Garrahan colapsó el 1ro de junio de 2010?.


Cierre/ Contratapa


Una última observación, entre las tantas que dejamos de lado, es sobre la contratapa. Donde el manual de los medios masivos dice que debe encontrarse un espacio distendido ante la "cruel verdad", Tiempo Argentino nos presenta unas tiras cómicas, un crucigrama y una mixtura de lo más extraña. Se conjugan en esa última página las reflexiones de Bernardo Stamateas y tres viñetas diarias de El Eternauta de su versión original. Quizás las recomendaciones para vivir mejor de Stamateas tengan puntos en común con la propuesta de leer El Eternauta, la historieta más importante de la Argentina, en pedazos diarios. El punto en común es no llegar a ninguna conclusión.
Cuando se habla de retórica antigua y moderna o cuando se analiza el discurso se hace hincapié en la importancia de posicionarse claramente en un cierre. La conclusión de un discurso debe ser clara para que se preste lo menos posible a la discusión.